Pronto encontró gran gusto por los diseños de tecnologías de Japón, país donde las grandes marcas hacían sus ferias y presentaciones estelares de sus productos. Al mismo tiempo los primeros relojes deportivos de cuarzo hacían su llegada al mundo, Bruno fue uno de esos que voltearon a ver con singular alegría y gusto a estos icónicos relojes, sin embargo, fue un regalo de su padre el que lo internó por completo en el mundo de los relojes “tradicionales” suizos (Alta Relojería). Pronto encontró una fascinación por combinar la precisión mecánica con la tecnología más avanzada de la época.
Su primer contacto con la relojería se da con Sinn, empresa alemana de manufactura relojera especializada en relojes de navegación e instrumentos de pilotaje a bordo. Desde joven el diseño aeronáutico había sido una de sus grandes pasiones por lo que sería el acercamiento fortuito más importante para su carrera. Años más tarde junto a su amigo de la infancia, Carlos Rosillo, se embarcaría en un proyecto interesantísimo: la creación de una nueva marca de relojes.
Bell & Ross es el resultado de esta ambiciosa unión, bajo la filosofía de entregar, no sólo grandes diseños relojeros, sino también instrumentos para profesionales de la aeronáutica. Bajo estándares militares pronto se hicieron rodear de expertos ingenieros, maestros relojeros y profesionales de la industria aeronáutica para lograr encontrar el equilibrio y balance perfecto. El logo de la marca es reflejo perfecto de lo que Bell & Ross desea transmitir: el diseño utilitario de sus instrumentos relojeros, aquel que en su simplicidad alberga la elegancia, la estética orientada a la legibilidad.
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